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La escritura nos convierte en simples piezas entre la extensión del espacio y el tiempo, pero a la vez nos exige salir de lo convencional para explicar la realidad, como quien por voluntad propia abre un paréntesis para detener el tiempo y suceder en un espacio fuera del regular. La escritura en una palabra nos permite morir siguiendo la luz al final del túnel y seguidamente en otro palabra aparecer en una sala de parto; nos permite viajar por las dimensiones de lo real, lo irreal, lo externo y lo interno. La escritura nos permite eso y más.

Bienvenido a este viaje escrito “Sólo para locos, la entrada cuesta la razón.”

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domingo, 11 de mayo de 2014

Microcuentos clichés del este caraqueño

El taxista

Viernes en la noche. Estuve esperando toda la semana para escuchar esa frase y al fin llegó. Hoy voy a tomar, voy a rumbear y me voy a cuadrar unos culitos. Hoy, viernes en la noche… Salgo de mi casa, llevo mi mejor pinta importada de los Estados Unidos y estoy listo para todo. La fiesta es en La Lagunita. Puro tecno, nada de reggaetón. Esa vaina es niche. «¡Taxi!» Se paró de una, estoy lechudo. El carro es un Ford Fiesta del 2006, o eso creo. Me asomo para hablarle y me ve fijamente. Es un taxista moreno, con barba y los ojos rojos. Seguro lleva trabajando todo el día. Esta vestido con camisa y chaqueta de cuero, no se ve malandro. «¿Cuánto para La Lagunita mi pana? Es subiendo por…», «350 chamo» me responde. Coño no esta caro, lo normal son 400 desde el Márquez hasta La Lagunita. «Verga brother, solo tengo 300 ¿No te sirve?» le regateo, siempre hay que regatearle a un taxista, es ley de vida. «Dale, súbete pues». Estoy de suerte, lo sé. Hasta el taxi me salió más barato. Una vez sentado y en vía me echo colirio, así no me preocupo por los ojos en toda la noche. El taxista me ve por el retrovisor mientras me echo las gotas y me pregunta: «¿Tú fumas carajito?». Me río y respondo: «De vez en cuando mi pana». «¿Quieres sacarle ahora? » «Si va pues», « Pero me pagas los 350 completos» «Dale, así sí». Extiende la mano y saca de la guantera un porro inmenso de marrón. Era literalmente un habano de marihuana. Lo quemamos en la vía, dejando la peste en el viento de la autopista. El taxista me empieza a observar y me dice: «Coño costilla, estas bien vestido vale… Mira ese reloj. Qué vas para una boda» «Jajá no vale brother, es una rumbita de una amiga». Se ríe de mí y se queda callado. Circulamos por la autopista a toda velocidad, el recorrido se nos hizo rápido. Capaz por la ansiedad y el porro, o capaz porque el taxista no ha bajado de 120. Luego de 5 minutos llegamos al sitio, es una quinta inmensa. «Verga, mira esa mansión» me dice el conductor. «Para que tú veas, pura crema papa. Déjame aquí, yo camino hasta allá. Toma bro, 350, gracias por esa vuelta». El pana se ríe, acelera y no me deja bajar. Pasamos de largo la quinta, saca una pistola 22mm de su chaqueta y me dice exhibiéndola: «Pura crema es este juguete "brother"». Me cagué encima, nunca había visto una pistola. «Dame el reloj, el efectivo y el celular» me dice apuntándome. «Coño panita por favor…» «¡Dámelos mamahuevo sifrino!» «Pero…» «Pero nada. Dama acá esa vaina. Deja de andar con tanta plata encima mariquito». Le doy mis cosas o mejor dicho, me las quitó... «Y también dame el colirio que se me acabaron las gotas, ese marrón me deja bien enchabado» Se lo di. ¿Qué iba hacer? Igual no podía hacer nada, estaba demasiado asustado. En fin, el becerro me robó y me dijo que me bajará dos cuadras más arriba. Por lo menos no me dejó botado, eso es lo más bizarro de todo: Que debería estar agradecido con él. Tanto así que antes de bajarme el muy bastardo me dice riéndose: «Agradece que te brinde un porrito y no te deje desnudo frente a la fiesta menor, ahí si ibas a ser la reina del arroz con pollo. Pírala pues, pírala mamahuevo…». Y yo emocionado porque era viernes en la noche...

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