Todos creamos grandes edificios
en nuestra mentes… todos, eso es fácil. Dejar fluir la imaginación puede ser una rutina diaria, situaciones ideales o el futuro,
todo podemos imaginarlo. Lo difícil es otra cosa, la verdadera dificultad está
en crear grandes edificios en la imaginación de los otros. O más complicado aún,
afuera de nosotros. Crear una obra que sea un edificio o un mundo externo a
nuestro ser, con personajes propios, con vida propia, esa es la tarea más
ardua, más exigente, más compleja. ¿Quién ha hecho eso?
¿Quién?
Grandes, solo los mejores, los
artesanos de la palabra escrita, esos personajes que dominan el idioma como un
orfebre, como un relojero. Esos maestros se sientan con su instrumento: el
lenguaje, y empiezan a crear, no hay mejor palabra que esa: crear, desde el interior de su ser
deciden crear y la creación es tan pura, nítida y limpia (diría Nietzsche) que
se desprende fuera de ellos, que adquiere vida propia, que es. Ahí se reconocen a los mejores, cuando la obra no solo es una proyección
del autor, sino que es por ella
misma.
No sé por qué les digo todo esto,
escucho Echoes de Pink Floyd, se me ocurrió y decidí compartirlo con ustedes. No
tengo más nada qué hacer, me acabo de fumar un tabaco y escucho música… siento
como la vida va, viene, pasa y me quedo estático. La veo sentado, veo el tren
andar y nunca me monto, no hago nada, no sé lo que he hecho ni lo que he sido. Y
no me queda claro el presente tampoco, Mafe se fue para no volver. Quizás sea
lo mejor, todo retorno puede ser peligroso, pero eso no quiere decir que la anhele
o sufra por su partida. De hecho, lo hago. Esta escena es producto de su despedida,
como yo creo ser un producto de ella. “La vida sigue”, “hay muchos peces en el
mar”, etc. Los clichés me aburren, ya ni los escucho… no se trata de que estoy
mal, de que sueño despierto o estoy deprimido. No. Todo se resume en que estoy
claro, estoy demasiado consciente de todo y eso me pesa. Probablemente Mafe no
me ame, esta con otro, me olvido y no volverá, está bien, no veo ningún problema
en ello, ella es libre (palabra que los enamorados no entienden muy bien). El
problema está en mí. Hay un vacío, un pequeño espacio sin rellenar (donde
estaba ella) que me va definiendo día a día. Es una espinita que siempre estará
ahí, que cuando se le antoje puede empujar y me recordará su existencia, pero
no me molesta todo los días, yo vivo, rio, abrazo, quiero, pero a veces, aparece.
Nunca se ira, el peso de su partida es algo que me acompañara de por vida, y
eso es lo que me tiene así.
Verónica está en el cuarto de al
lado acostada, duerme. Acabamos de hacer el amor. Se ve tan natural, pura y
bondadosa con los ojos cerrados. Inocente. Parece un pequeño ángel que guardó sus
alas para dormir, alas que nunca tuvo, porque apenas se despierte agarrará su
tridente… no hay que confiarse de nadie, y menos del amor, esa droga que nos
neutraliza los instintos de defensa, que nos hace débiles y susceptibles. Hay que
tener cuidado. En serio.
No, ¡No!
No me gusta nada de lo que escribí,
nada. Pareciera que no me puedo meter en la cabeza de un hombre, no entiendo sus
vanidades. Ser mujer es más fácil, es mucho más sencillo ¿pero escribir en
primera persona, intelectualizar, pensar y sentir como un hombre? No puedo… y así
me quiero llamar escritora. Cree un balurdo, drogado, dolido… le inventé una
mujer, le inventé un despecho. Que básico. Que escena tan típica,
solo le faltaba la cerveza. Ensoñaciones de zombie. Veo a Manuel, duerme. ¿Por qué traté de pensar como él para escribir
mi cuento? ¿Por qué? Y él piensa así, de hecho, me ha comentado cosas como las
que escribí. La debilidad en el amor, la espinita que le dejó Carmen… bueno,
creo que sí, describí a Manuel. Lo hice mi protagonista. Lo veo dormido y me
pregunto si de verdad lo amo. Si esto que estamos viviendo es amor. Yo quiero creer que sí, pero en el fondo sé que
no.
¿Qué estará soñando? ¡DESPIERTA
MANUEL!
He soñado algo loquísimo. Acabo
de soñar que Verónica escribía un cuento sobre mí y se cuestionaba si estaba
enamorada. ¿Por qué habré soñado eso? Será que no estoy seguro de nuestra relación.
No sé. Yo siempre he pensado que los sueños son pronosticadores… del presente o
del futuro. Una vez Mafe soñó que le monté cachos, y era verdad… ¿será que Verónica
no está enamorada de mí? No creo. Me hubiese dicho, además, no me diría todos
los días te amo sino lo sintiera… o quizás, esa sea la razón por la que me lo dice
tanto, porque no lo siente. Ahora no sé qué pensar… Debería despertarla, mañana
tiene que entregar un cuento para la sección literaria del periódico. Ella es
muy buena escritora, siempre he dicho que los grandes artistas crean sus obras
afuera de ellos mismo, grandes edificios con una existencia propia, no anhelos
personales. Verónica, para mí, lo hace… la crítica le ha dado duro ¿pero a
quien no? a todos, a los mejores sobre todo. Ella tiene su mundo onírico y
literario. La admiro, pero me pregunto de dónde sacará las ideas para escribir…
esa es la pregunta que quiere hacerle todo lector a su escritor favorito. Una vez me
comento algo sobre Luis, su primer amor, me dijo que no sentía nada por él,
nada, que de hecho, lo ha rechazado cuando el trata de volver (ella no cree en
los retornos, dice que son dañinos), pero que aunque no lo ame él aparece en su
memoria de vez en cuando, ronda su cabeza como observándola, es un vacío en
ella, una pequeña espina que a veces la lastima… Luis es alguien que
definió quién es ella y al parecer su literatura nace desde ese vacío, desde
ese peso existencial que ella carga. No la entiendo. Para nada.
La despertaré. “Verónica… Vero, despierta gorda. Es tarde. Tienes
que entregar el cuento hoy… Vero despierta”.
Qué raro el sueño que acabo de
tener. Odio cuando los personajes me despiertan, y más por responsabilidades. Mi ansiedad siempre me juega una mala pasada. Hasta sueño
con las asignaciones. Odio el sentimiento de culpa, no entregarlo sería un
pecado. Tengo que hacerlo. Me quedan 4 horas, estoy mucho más descansada, ayer
llegue agotada… Manuel me hizo un masaje y tuvimos sexo increíblemente. Que rico.
A veces pienso que hacemos el amor… pero no sé si lo amo.
Bonita imagen, me levanto y veo a
Manuel durmiendo en el sofá como una foca, echado, babeado… que desastre. Dejó
la música prendida y las cenizas en el piso, yo no tengo problemas con que fume
lo que le dé la gana, pero le he dicho mil veces que no lo haga en mi
casa. Lo veo y digo: se supone qué este es el hombre que debo amar, ese espécimen ahí acostado… suerte con eso. Chao vale,
dejaré de escribir por escribir y haré el cuento que tengo que hacer.
Fin.