Un caminar lento, con un ritmo
particular, con “flow”… como dicen
ahora. Lleva un afro que le pesa más que el cerebro. Su color de piel opaco lo
define entre los demás. Espontaneo. Alegre. Las bromas son su idioma natal. “Ese
carajito se la pasa jodiendo” decían las señoras de la urbanización. Es extraño, desaparece y aparece. A veces
esta, a veces no.
Siempre me he preguntado el
sentido y el origen de la amistad. ¿Qué la diferencia de la familia? Hay amigos
más cercanos que un familiar. La respuesta la he construido y la seguiré
construyendo con el tiempo, pero la duda persiste. La compañía, la influencia,
los consejos, los errores, las malas juntas… nada es ni bueno ni malo, nosotros
decidimos. El destino ejerce como fuerza omnipresente dictándonos la respuesta
que más nos conviene... moral le dicen algunos. Y por lo menos sé que la amistad
no entra en ese acertijo que llamamos moral, pero no por eso deja de
interesarme. Soy quien soy porque compartí con personas que me han acompañado a
definir lo que he sido. La amistad es la segunda familia, y la segunda escuela después
de los padres. Quien no se haya preguntado sobre esto no creo que sea
humano. Hoy lo hago yo y confirmo que mis dudas son más grandes que mis
conocimientos, idea simple y triste, pero constante… nunca cambiará.
Somos y tenemos
amigos ¿pero sabemos qué implica esa palabra?
Siempre fue el primero en todo. Por
sus fauces corrió el humo del cigarrillo (y el de la marihuana), antes que en
cualquiera de nosotros. Nuestras aventuras/travesuras en el fondo eran ideas de él, del “negrito
del afro”. Y a veces lo veo, lo saludo y confieso que lo extraño. A veces ni me
acuerdo de él, esta muerto, olvidado, ya no existe; pero eso no me dura mucho
tiempo, porque siempre regresa a mí memoria. No puede escaparse de ella, fue
uno de los obreros que la erigieron.
“Joven bachiller cae del quinto
piso y no sobrevive” reseñan los diarios un día cualquiera. Hoy me acuerdo de
ese día y con lágrimas en mis mejillas escribo esto.