Tu mirada perdida en el viento se encontró con la mía.
Juntas deambularon en el tiempo con la inocencia que las caracteriza.
Envidiadas por la sociedad se guardaron en la soledad de la noche,
juntas se refugiaron en la posada del Edén con los placeres a merced.
Esa noche mi mirada se arropo con tu piel y la tuya con la mía.
Era tú mirada, era la mía, éramos los dos mirándonos el alma.
Sin pretensiones y sin maldad, nos hicimos uno.
Fuimos una sola mirada, una sola alma, un solo cuerpo unido.
Se acostaron dos miradas distintas y amaneció una sola.
Por un momento fuimos libres como Adán y Eva.
Y como Adán era uno y luego fue dos, nosotros fuimos dos y luego uno.
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