Sample Text

La escritura nos convierte en simples piezas entre la extensión del espacio y el tiempo, pero a la vez nos exige salir de lo convencional para explicar la realidad, como quien por voluntad propia abre un paréntesis para detener el tiempo y suceder en un espacio fuera del regular. La escritura en una palabra nos permite morir siguiendo la luz al final del túnel y seguidamente en otro palabra aparecer en una sala de parto; nos permite viajar por las dimensiones de lo real, lo irreal, lo externo y lo interno. La escritura nos permite eso y más.

Bienvenido a este viaje escrito “Sólo para locos, la entrada cuesta la razón.”

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viernes, 1 de agosto de 2014

Cuentos infantiles para adultos III

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Luces opacas adornan cuatro paredes mal pintadas… silencio. Solo silencio, pero no cualquiera, sino el moderno. Ese silencio que es un espacio entre el ambiente de la metrópolis y tus pensamientos, no hay ruido, solo… silencio, suspendido entre lo tranquilo y lo incoherente. Una bañera amplia, demasiada lujosa quizás, pero combina perfectamente con el degrade natural de la escena. Dos aspirinas, suficiente, la sangre se diluirá. Agua caliente, como un jacuzzi… las vasos sanguíneos se dilataran. Sin música. Sin carta. Sin nada. No hay mucho que decir. Lo único que pronunciaría seria: “¡hola muerte! Ahora vine yo por ti…”. Esa seria mi tarjeta de presentación, para luego preguntarle cuál es mi circulo en el infierno… he esperado esto toda la vida, quiero verlo. Schick. Hojillas Schick. Nuevas, lisas, perfectamente mediocres y útiles para el acto. No hay cicuta. Hay Schick. Es hora de empezar.


A veces cuestionamos el valor de nuestras virtudes, a veces no creemos, a veces no hacemos nada… solo, no sé, saben: ¿Meursault? El extranjero, Camus… bueno, a veces solo estamos así como él. Esa es la mejor explicación. ¿Sabes cuándo sientes que en cada paso del día te diriges como a un…? Pero no, al final no importa porque te es indiferente... y de repente estas con la oportunidad preguntándote y si… y si… y sí. Ya llevo media hora metido en esta tina, tiempo suficiente. Hola lamina perfectamente lisa. Mi corazón se acelera. Mierda. Me tiemblan las piernas. Hola Schick. Es ahora o nunca, no hay: y si… nada. Cruzar la línea, “hola muerte”, el círculo… ¡hay que hacerlo! No importa el futuro… no importa… hay algo esparciéndose en la bañera. Un color se degrada lentamente, impregnando toda el agua, es castaño… proviene de mí. Mierda… me cague. En serio. Me hice encima, solté el intestino... que bolas. ¿Y ahora?


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El sol se oculta lentamente. Estas tú con alguien al lado, sentados… “tanto tiempo teníamos sin vernos de verdad que te me hiciste extraño, como si fueras otra persona. Pero imposible, pase lo que pase siempre vemos lo mismo, el pasado es uno, aunque solo exista en mi memoria... ¿y en la tuya?”. El degrade del cielo nos impregna las pupilas. “…después de tanto tiempo, aquí estamos, después de quien fuiste, después de quien eres, después de todo. Aquí estamos uno a uno. Dime lo que me quieras decir, tómate tu tiempo… jajá bueno, en este sitio esa palabra toma otro significado, digamos que dispones de una tarjeta ilimitada para pensar, así que no te apresures. Se paciente. Este atardecer no se irá, será siempre así, mírame… piensa, las palabras caerán como yunques, pesaran la vida entera. Bienvenido al purgatorio.” Te dice alguien igualito a ti.

Yo sé cómo es el infierno” Me dijo ayer un borracho en la tasca más barata de Caracas. Recién había escrito el cuento anterior, voy a despejar mi mente y me topo con este chamo como de 20 años, totalmente ebrio que me dice: “Nosotros somos nuestro propio infierno. Imagínate esto: es sencillito. La biblia, Dante… y hasta Sartre, han tratado de describirlo, pero ninguno me convence, y si Dios ha muerto… yo estoy en el derecho de definir mi propio infierno. Aja, el verdadero infierno es minimalista. Simple: nos dejan en la urna. Imagina quedarte en la urna como despierto, sin poder moverte. Ahí, mal vestido, con toda esa basura que nos echan. Quedarnos acostados. Todo el tiempo… jajá bueno, como escribiste en tu cuento anterior, en estos lugares así el tiempo es difícil de explicar. Simplemente estaremos ahí en la urna y ya. Solo podemos estirar los dedos y abrir los ojos, estaremos estáticos eternamente. Este es el verdadero infierno… Ah, y justo adelante de nosotros, adentro de la urna, a la altura de nuestros ojos, hay un espejo.” El borracho, de hecho, se parecía a mí.  


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