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La escritura nos convierte en simples piezas entre la extensión del espacio y el tiempo, pero a la vez nos exige salir de lo convencional para explicar la realidad, como quien por voluntad propia abre un paréntesis para detener el tiempo y suceder en un espacio fuera del regular. La escritura en una palabra nos permite morir siguiendo la luz al final del túnel y seguidamente en otro palabra aparecer en una sala de parto; nos permite viajar por las dimensiones de lo real, lo irreal, lo externo y lo interno. La escritura nos permite eso y más.

Bienvenido a este viaje escrito “Sólo para locos, la entrada cuesta la razón.”

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jueves, 13 de marzo de 2014

¿Personal?

El ascensor abre lentamente y de las puertas surgen dos ojos cerrados. Inmediatamente las puertas empiezan a cerrar y los ojos se abren.  No hay salida. No hay nada que hacer, ni tu lo quisiste ni yo lo planeé. Salí del ascensor expulsado como un bebe del vientre de su mama. ¡Sorpresa! Tú me recibes. Miradas encontradas, recuerdos profanados. Complicidad se llama el acto en el que solo tú y yo entendemos nuestras miradas. Picardía es la risa que surge de la complicidad, y absurdo es lo que sentimos. Absurdo es todo esto. Solo duro un segundo y fue excesivo. Un poco más de tiempo y se convierte en una acto nocivo para la salud. Camino despacio, con la sensación de inmovilidad, de sorpresa. Camino pidiéndole permiso a cada pierna. Camino por caminar. Camino pensando qué habrás sentido tú. Todavía me pregunto: ¿qué sentiste? El tiempo es un lento, pero permanente castigo. Es un crimen impune, que su indulto son los recuerdos y que cada vez son más caros los honorarios. Los honorarios de la memoria. Espero apelar al pasado, para revivir el presente. Espero... espero apelar a que este momento no pase intrascendente.

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