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La escritura nos convierte en simples piezas entre la extensión del espacio y el tiempo, pero a la vez nos exige salir de lo convencional para explicar la realidad, como quien por voluntad propia abre un paréntesis para detener el tiempo y suceder en un espacio fuera del regular. La escritura en una palabra nos permite morir siguiendo la luz al final del túnel y seguidamente en otro palabra aparecer en una sala de parto; nos permite viajar por las dimensiones de lo real, lo irreal, lo externo y lo interno. La escritura nos permite eso y más.

Bienvenido a este viaje escrito “Sólo para locos, la entrada cuesta la razón.”

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lunes, 20 de octubre de 2014

Hoy desperté

Hoy desperté con ganas de pedirme perdón
por mentirme a mi mismo,
por intentar ser algo que no soy 
y por ser mi mayor obstáculo.

Hoy desperté decidido a cambiar
mi inmadurez,
mi ignorancia
y mi cobardía.

Hoy desperté acordándome del pasado
sin querer modificarlo,
sin arrepentimiento
y sin aspirar a un futuro irreal.

Hoy desperté agradecido
con lo que tengo,
con lo que he perdido
y con las personas que me rodean
o alguna vez me rodearon.

Hoy desperté dispuesto a perseguir
mi independencia,
mis aspiraciones
y la valentía que me falta.

Hoy desperté pensando
que el dolor es la única medicina,
los errores la mejor universidad
y el amor la droga más adictiva.

Hoy desperté consciente de que hoy significa
la respiración que logro cada segundo,
que no hay mejor presente que el que vivo
y la impaciencia es una enfermedad del tiempo.

Hoy desperté con el deseo de ser
imperfecto,
simple
y sincero.

Hoy desperté pendiente de vivir
cada palabra que leo, digo y escribo
porque quizás mañana
no despierte. 


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